La presidencia de turno de la Unión Europea ejercida este trimestre por España convocó a dos reuniones en la ciudad de Granada los días 5 y 6 de octubre bajo el pomposo nombre de cumbre. Las reuniones eran de la Comunidad Política Europea y un encuentro informal del Consejo Europeo que agrupó a los 27 jefes de estado de la UE. El propósito de Bruselas era encontrar una fórmula aceptable para los 27 socios destinada a crear la imagen de una hipotética ampliación de la UE. Ampliación que los estados miembros saben inviable. En la lista candidatos además de Ucrania hay ocho países, entre ellos Moldavia y Georgia. El señuelo de la UE serviría para atar a este grupo de países a los objetivos bélicos de Bruselas en apoyo de la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania. El encuentro se ha hecho en un momento crítico para la propia Unión Europea y Estados Unidos.
La UE girando en el vacío
El gobierno de Joe Biden ha logrado in extremis una prórroga del presupuesto del estado evitando el cierre de la Administración por los pelos y solo hasta noviembre. Pero el precio de esa renovación para los Demócratas ha sido dejar fuera del acuerdo la ayuda económica a Ucrania. La prórroga ha ocasionado una crisis feroz dentro del Partido Republicano. Matt Gaetz del ala derecha del partido logró en tiempo récord la destitución del presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, en represalia por allanarle el camino a Biden, planteando una crisis dentro de la propia conducción Republicana. La suspensión de la ayuda económica a Kiev ha dejado a la UE sobre la lona para la cuenta regresiva en un momento de profundización de la guerra en el Este de Europa y a escala mundial.
El presidente de Ucrania Volodimir Zelensky hizo una aparición imprevista en Granada a la espera de la ovación correspondiente y la renovación del compromiso de los 27 de la UE en el suministro de armas y ayuda económica a Kiev. El jefe de la diplomacia europea, el socialista español Josep Borrell, ha intentado dar imagen de unidad ocultando la crisis de la UE en torno a este objetivo y su incapacidad de tomar decisiones en la medida que sin el liderazgo de Estados Unidos la estrategia bélica europea carece de suficiencia. Europa está dividida en torno a la cuestión ucraniana. En abril de este año Polonia, Eslovaquia y Hungría protestaron contra el acuerdo por el cual se eliminaban al cereal ucraniano los aranceles de importación para asistir a las necesidades financieras de Kiev de forma indirecta. Pero esta decisión creó una reacción de los agricultores del Este europeo cuando el grano sin aranceles inundó sus mercados y derribó los precios.
La “cuestión” agraria y los fondos estructurales
La presión de los campesinos en esos países llevó a un acuerdo transitorio por el cual los afectados en disidencia podían regular el precio del cereal de importación. Pero este acuerdo tenía fecha de caducidad en septiembre y este mes Polonia rechazó la entrada de cereal ucraniano y anunció que en represalia suspendía el envío de armas a Kiev. La grieta que se abrió sugiere además que el apoyo de Varsovia a Kiev tiene como trasfondo una aspiración anexionista. El nacionalismo polaco sueña con recuperar su dominio sobre la parte occidental de Ucrania, empezando por Leópolis. La guerra de la OTAN en Ucrania ha tenido el efecto de reavivar la tendencia a la partición de Ucrania entre Polonia hacia occidente y Rusia hacia oriente. El conflicto potencial en su desarrollo tiene además el peso de las disputas larvadas de Varsovia con Berlín. Las empresas alemanas se han convertido en los principales terratenientes de la fértil pradera en el oeste de Ucrania.
La posición de Varsovia en cuanto al grano ucraniano es compartida por Hungría y ahora Eslovaquia en cuyas elecciones ha quedado primero el partido del dirigente Robert Fico nacionalista pro ruso y poco europeísta. En los hechos esto supone una quiebra severa en la unidad en torno a los objetivos militares de la UE. En diciembre de 2020 en su mensaje anual a los medios de prensa el presidente ruso Vladimir Putin señaló que en 2021 entraba en vigor la privatización del suelo agrario en Ucrania, aprobada desde 1999 pero que se había sometida a moratorias de forma sistemática. El dominio del suelo de Ucrania por parte de los pulpos agrarios imperialistas europeos y las empresas de semillas transgénicas, fertilizantes e insecticidas estadounidenses y europeas supondrá el control monopólico de la producción agraria de Ucrania. Cualquier amago de entrada de Kiev en la UE desatará una crisis espectacular de la política agraria común, la PAC. Europa jamás ha superado la cuestión agraria sobre la cual pende la espada de Damocles de una ofensiva liberal que liquide los subsidios agrarios lo que supondría la quiebra de los pequeños productores europeos.
En su conjunto el escenario es de dificultades crecientes por parte de la UE. La denominada Política Agraria Común (PAC) es objeto de disputa sistemática entre las naciones por el reparto de las ayudas para que los pequeños productores agrarios europeos puedan hacer frente a la competencia de la producción de importación y a la agricultura intensiva de los grandes capitales. Una potencial entrada de Ucrania -por esto mismo muy distante en el tiempo- puede suponer una fuerte detracción de los subsidios percibidos por naciones como Polonia, Hungría, España, Portugal, Italia, Grecia. Ni que hablar del peso del campesinado protegido tanto en Francia como en Alemania. Ambos países tienen una importante población dedicada a la pequeña y mediana producción agropecuaria que ha mostrado su capacidad de movilización y su peso político desde el tratado de Roma y su sueño de la Europa Verde.
Este problema no solo se refleja en el sector agrario, sino en general en los fondos estructurales de ayuda que una ampliación de la UE reduciría en muchos casos y en otros directamente eliminaría de forma que países que son hoy perceptores de subsidios pasarían a ser naciones contribuidoras netas al presupuesto europeo. Esto se refleja en las reticencias a una ampliación que quedaron a la vista en la cumbre de Granada del 4 y 5 de octubre. Sin hablar de la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre la política de inmigración. Polonia, Hungría y Eslovaquia se han opuesto a que la política de migraciones de la UE se resuelva por mayoría y han exigido en este sentido unanimidad. De esta suerte han bloqueado las aspiraciones del ejecutivo comunitario de esterilizar a los opositores del este.
Esto no quiere decir que no se haya aprobado una política contra los inmigrantes más dura, represiva y cruel que la que ya existe. Europa se ha propuesto además reforzar los pactos preventivos con las naciones del norte y centro de África para que sirvan de muro de contención a las corrientes migratorias que son acicateadas por las políticas bélicas de la UE y el imperialismo estadounidense que ha desencadenado una hambruna en buena parte de África. Turquía forma parte de esos pactos desde hace años, al igual que Marruecos.
La parálisis europea
A consecuencia de las divisiones en el seno de la UE en torno a la guerra en Ucrania y las divergencias acerca de las otras naciones que aspiran a su ingreso en el club europeo en materia de reparto de recursos y mecanismos de incorporación, y el problema migratorio, la cumbre de Granada ha sido incapaz de cohesionar su frente interno ni acordar el diseño de una política de ampliación. No ha habido una declaración política consistente con los objetivos propuestos. Por añadidura Reino Unido e Italia convocaron en Granada a una reunión paralela a la que concurrieron 40 naciones (El País, 7/10) para debatir el reforzamiento de medidas contra la migración.
A esta reunión concurrieron naciones como Francia, y Países Bajos además de Reino Unido e Italia. Alemania ya tomó medidas para controlar la circulación en sus fronteras por su cuenta frente a la República Checa y Polonia, quienes a su turno han reforzado sus propios accesos. De hecho este es el desmoronamiento de la política europea de fronteras abiertas dentro del espacio común, el denominado espacio Schengen. La cumbre es un fracaso en todos los sentidos, pero además desnuda la tendencia a la disolución de la Unión Europea en un momento en que Bruselas se ve obligada a iniciar un proceso de ajuste fiscal con reducción de los déficit de los países miembros y de la deuda de los socios para acelerar por otro lado la recaudación destinada al esfuerzo bélico y al rearme generalizado.
Ante este escenario la oposición a la cumbre de Granada formada por una serie de organizaciones y plataformas sociales además de sindicatos que se reclaman de clase y combativos que intentaron una contracumbre sin pena ni gloria, exigiendo una Europea social y progresista, que defienda el medio ambiente, se ha convertido en una muestra del extremo de capitulación ante la burguesía y el capital al que puede llegar el izquierdismo ajeno a los intereses del proletariado. Europa vive una vez más un momento crítico en su historia, frente al desarrollo en ciernes de una guerra mundial. Una guerra que es expresión de la incapacidad del capitalismo imperialista en descomposición por superar las barreras a la acumulación de capital mediante la apropiación del trabajo ajeno.
Los trabajadores de Europa y del resto del mundo tienen una necesidad histórica de agruparse en contra del creciente desarrollo de esta guerra de proporciones mundiales. La tarea inmediata es organizar una huelga general europea contra la guerra. La profunda crisis del capital imperialista, la descomposición creciente de la Unión Europea, su evolución antiobrera, la agudización de las tendencias fascistas dentro de los partidos de la burguesía, solo se pueden enfrentar con la organización de los trabajadores en un partido obrero independiente de la burguesía y el imperialismo.
Por una huelga general contra la guerra en Ucrania
Por gobiernos obreros en Ucrania y en Rusia
Por un partido obrero independiente
Por los estados unidos socialistas de Europa